«Como pasa el tiempo». Sí, esta es quizás una de las frases hechas más utilizadas, pero no por eso deja de ser menos cierta. Parece que fue ayer cuando me lancé «a loco» y sin pensarlo mucho a hacer mi primera Media Maratón. Exactamente fue el 29 de enero de 2011. Hace ya 4 años.
Recuerdo esos días previos con una mezcla de ilusión y respeto a esa distancia.
Recuerdo que fui a rueda de mi primo Sergi, ya experto en la distancia, y que me sentí extraordinariamente feliz al acabar.
Recuerdo que pensé que tardaría en volver a hacer una … y sólo tarde 2 meses, hasta el 20 de marzo en la Mitja Marató de la costa de Barcelona. En ella, sufrí la primera y, de momento, única lesión y acabé bastante tocado, pero acabé.
A partir de aquí, ya con vistas a mi primera Marató de Barcelona del 25 de marzo de 2012, me programé varias medias (Sant Cugat, Mediterrani, Sitges), hasta que el 26 de marzo de 2012 en la Mitja de Barcelona dejé el crono en 1:38:19, marca que no he superado hasta el pasado 14 de diciembre de 2014 en Vilanova, dejándolo en 1:37:03.
Entre estas Medias ha pasado un poco de todo: pasarlo muy mal en la de Puigcerdà en octubre de 2012, sufrir con zapatillas de asfalto una media de montaña en Anglès en mayo de 2013 o un hecho que me encantó: ayudar a Ramón y Marc a acabar su primera media en Sitges el pasado 11 de enero.
Toda esta «parrafada», viene a cuento a que ayer domingo 1 de febrero completé mi vigésimo segunda media maratón y con un crono de 1:38:54, es decir, mi tercera mejor marca. Y fue en Granollers, una ciudad volcada a la carrera, con un recorrido exigente, pero divertido y con un clima y ambiente insuperable. Gràcies Granollers !! I gràcies Marga&Stefano per la vostra hospitalitat !!
Justo hoy he leído un post en un blog de runners (runfitners) y me he acordado de una pregunta que me hicieron ayer en la calçotada de rigor posterior a Granollers: ¿Y cuando pararás? Sin pensarlo respondí: «Espero que nunca».
Pues hoy justo leo por casualidad a través de Facebook «cómo ser un corredor eterno» … y me ha gustado las tres palabras que destacan:
Valorar. Pensar en lo que he hecho, en la dificultad que ha supuesto y no mirar siempre hacia delante. Hace unos años, tenía sobrepeso, siempre había hecho deporte, pero «de postre». Ahora es fundamental. 20 medias, 5 maratones.
Compartir. Aquí es donde entra este blog y sobretodo en lo que siempre pienso: pese a ser un deporte individual, esto ha sido un reto compartido. Compartido y apoyado por Anita. Una vez más, sin ella no hubiera hecho ni un 10%.
Esperar. Lo que más cuesta. Cuando acabas una carrera no quieres hacer ninguna más, pero en la ducha ya piensas en la siguiente. Tenemos que escuchar más al cuerpo y ponernos retos coherentes. Tengo 40 y, yendo un poco a contracorriente de la moda, sí creo que hay límites. Nos tenemos que conocer más y mejor.
Bueno, no quiero sermonear más, simplemente animaros a todos y a todas a eso, a tener retos y si alguno es deportivo, mejor; y si es de running … ¡mejor que mejor!! ¡Pero avisadme!
Aquí os dejo la tabla de resultados de las 20 medias maratones:
«A dalt de tot» … así es como nos sentíamos Anita y yo hace justo un mes en NYC. Ese día frío y ventoso lo recordaremos toda la vida. Cuando 1 mes después y 200 km más en las piernas recibo los emails que envía la gente de NYRR y veo las fotos, los vídeos y diversos relatos de participantes como yo, me traslado directamente a esos momentos «mágicos». Creo que muy a menudo olvidamos muy rápido y lo que comunmente se llama «el día a día» nos arrastra y no nos deja pensar, recordar, redisfrutar.
Pues ayer quisimos hacer un alto en este «día a día» y celebrar juntos la aventura de hace un mes. Celebrar esos días previos repletos de nervios e ilusión. Ese madrugón. Ese frío polar. Ese viento infernal que me impedía avanzar recto y que me congelaba en las avenidas de Manhattan. Esa llegada entre llantos y cansancio. Esos paseos con la medalla en el cuello … ese largo etc.
Y como seguimos «a dalt de tot» … ¿Qué mejor que celebrarlo en dicho restaurante? De la saga de Morri Fi y Mitja Vida, el Dalt de Tot lo denominan «snack bar» y es un buen lugar para degustar comida auténtica y directa. Sin pretensiones, pero esos placeres básicos que comes con ilusión: tortilla, padrón, champis, patatas … os lo recomendamos!
Son las 6 de la tarde del 31 de Octubre. En NYC hace un día fresquito, pero agradable. Todavía hay luz natural, ya que en USA no han hecho el cambio horario. Esta tarde Anita, artífice y responsable de que estemos pisando estas calles, y yo separamos las agendas por un par de horas: yo me dispongo a correr por primera vez en esta ciudad y Anita a pasear por la 5th. Ave. y alrededores. Estamos celebrando a lo grande mis 40 años. Toda esta experiencia es su regalo. Espectacular ¿no?
Salgo del hotel y, pasando por Times Square, cojo Broadway hacia el norte para llegar a Central Park. No soy el único, pero las sensaciones son de total locura. ¡Correr por estas calles plagadas de gente, coches, taxis, etc.! Todo cambia cuando llego a Columbus y entro al parque. Eso es otro mundo. Diviso la línea de llegada de la Marathon del domingo, pero solo me acerco para ver el desfile de naciones. Después sigo por los caminos y caminitos del parque. Que sensación parar al lado de “The Lake”, pasar por debajo de los puentes, como miles de veces hemos visto en las películas. Esto se tiene que vivir. No sé si todos mis amigos, amigas y familiares lo entenderán como yo, pero para un corredor, esto es brutal. Empieza el cosquilleo endorfínico. Algún día repetiremos este running con Nico y Pablo. Sería una ilusión que les gustase también este deporte, pero lo tienen que descubrir; yo he tardado 36 años.
Sigo hasta salir a la 5th. Ave. y, pasando por delante del Museo de Historia Natural, me paro a contemplar el Guggenheim, ¡que delicia de edificio!
Noto un cosquilleo de placer al para un momento delante y esperar el semáforo de la quinta. Después voy un poco por Madison Ave., la zona ultra buena, para ya dirigirme de vuelta al hotel. ¡Sin querer se me han ido los pies y me estoy pasando de warm up! La vuelta también es espectacular corriendo por las típicas calles y llegado con muy buenas sensaciones para el domingo. Han salido casi 12 km. Mis primeros en NYC. Ha sido la una experiencia inolvidable. ¿Cómo será correr 42,195 km.?
10 días después: recuerdo las buenas sensaciones de este último running previo a la Marathon.
Y llegó el día.
Son las 5:00 de la madrugada, teniendo ya en cuenta el cambio horario, que nunca sabes si es una ayuda o un reto más que se suma a lo que viene a continuación.
Estando en la habitación del hotel, la ruidosa ciudad parece no existir. Silencio. Anita durmiendo y yo pensando todavía en si térmica o manguitos, ¿hará frío? ¿Viento? ¿Qué estarán haciendo mis peques Nico y Pablo? Es domingo 2 de noviembre, «veroño» en Sitges, igual ya corren por el jardín o han ido a comprar pescado con los “avis». ¡Cómo les gusta el buen pescado! Por unos segundos mis pensamientos se alejan de lo que me viene por delante y doy las gracias a mis padres y a mi cuñada por el apoyo logístico en Barcelona y Sitges. También sin ellos, esto no estaría pasando. Estoy nervioso, pero convencido de que va a ser una experiencia inolvidable.
10 días después: todavía no me lo creo.
Me encuentro bien, yo diría que muy bien. Sin dolor de nada, preparado para afrontar una distancia mágica, pero muy dura, cruzando 5 barrios de la capital del mundo. Podéis ver el recorrido aquí.
Como en todas las grandes carreras, empiezo el día con una ducha. Puede parecer raro antes de hacer ejercicio, pero lo tengo ya asumido y funciona como superstición y como forma de activarme. En la ducha suelo pensar un poco en el recorrido: ¿Cómo será la parte del Bronx? ¿Habrá trozos rompepiernas? ¿Disfrutaré de nuevo por Central Park?
Sigo con la equipación que me regaló Anita expresamente “diseñada” para la ocasión. Naranja. Todo naranja y ya con la térmica como primera capa. Decidido: hará frío. Por ello, y calculando que también habrá viento fuerte, me pongo pantalón largo, polar, cortavientos y todo lo que tengo preparado para la llegada y para dejar antes de la salida. Entre estas cosas una manta de Iberia que después me resultará indispensable (truco leído en la revista Runner’s que leo cada mes).
10 días después: otro “like” a la foto en Facebook.
Anita me acompaña en este proceso que combina nervios e impaciencia y me da los últimos ánimos antes de salir del hotel rumbo a la 42st. con la 5th. Ave., donde me espera el autocar shuttle hacia Staten Island.
Salgo “todo maqueado» y al pisar la calle 45 ya me doy cuenta del frío y viento que vamos a sufrir. En estos momentos tienes sensaciones contradictorias: “¿Qué estoy haciendo a las 5:30 de la madrugada caminando con esta pinta en NYC?” vs. “Esto es mágico. Aquí estoy. Voy a por ello.” Paso por los «delis» abiertos a todas horas y con ese olor tan reconocible, algún espabilado ya tiene café “Starbucks” en las manos, de esos dulzones; yo me voy tapando lo máximo que puedo y camino a buen ritmo empezando a grabar la experiencia en la famosa GoPro que me regalaron los amigos para mis 40. Pienso mucho de Anita y en los peques.
En la esquina citada nos encontramos centenares de runners de todos los paises. En este momento converso con un italiano y un australiano también “novatos” en esta Marathon de NYC que están tan alucinados como yo de la extraordinaria organización y del frío y viento. Después volveré al tema, pero ¡¡Qué grandes los 10.000 voluntarios!! 10.000 almas que dedican el día entero a que a 50.000 locos no les falte nada.
En el autocar se sienta a mi lado un runner de Manchester que me explica sus maratones en Sudáfrica, Venecia y en la propia Manchester. Atravesamos Manhattan, no me pierdo ningún detalle y vemos que lo difícil va a ser el viento y las condiciones metereológicas. Como dijo él: “No nos asusta la distancia, nos asusta el clima”.
La llegada a Staten Island es para no olvidar. En un enorme espacio estamos las más de 50.000 almas que vamos a ser los protagonistas en unas cuantas horas. En ese momento rozábamos los 0 grados de temperatura, con mucho viento y pensando que iba a hacer 3 horas allí. El tiempo iba pasando entre cafés americanos a modo de estufa, bolsas de basura como anoraks o cortavientos, centenares de lavabos repartidos por todas las esquinas (por un momento pensé que no era mala solución estar un rato en uno de ellos para evitar el frío, pero sí era mala solución). De esos momentos salió el famoso gorro de Dunkin Donuts que luego ha resultado ser la pieza de la indumentaria más comentada y recordada.
A falta de 2 horas estaba de esta guisa pensando que eso era como un campo de refugiados, realmente un espectáculo dantesco, difícil de entender para cualquiera, incluso para los más enganchados al running. “Nico y Pablo vuestro padre está como una verdadera regadera”. ¿Qué estoy haciendo aquí?
Después de conversar con quien podía para no morir congelado y dejar la ropa en el típico camión de UPS para recogerla en la llegada, a las 9:45 entramos en el corral C para ya disponernos a empezar a correr. A estas alturas ya con menos ropa “encima”, pero si rodeados de kilos y kilos de ropa tirada o más bien dejada para beneficencia (he leído que 26 toneladas).
El ambiente es muy bueno, pero algo recatado entre los nervios del reto colosal que nos venía encima y el frío que estábamos pasando. Sólo algún grito (un ¡¡¡vamos!!!, mío por cierto, seguido de un ¡¡¡som-hi!!!). Y de repente empezó a sonar “New York, New York” de Frank Sinatra y nos dan la salida hacia el puente de Verrazano-Narrows. Aquí ya mi cuerpo reacciona entre subidón y llorera, te sientes especial, algo que difícilmente se puede explicar: estás ya corriendo en la TCSNYC Marathon!
El paso por el largo puente resulta difícil por el viento (de hecho los participantes en silla no lo hacen), pero la emoción es tal que nada te puede parar, ni las rachas laterales que casi me tumban, ni la subida inicial, nada, todo NYC para nosotros. La ciudad nos espera.
A partir de aquí empieza el recorrido por los barrios Brooklyn y Queens. Contrariamente a lo que me esperaba, se me hace muy llevadero. A ritmos algo más lentos de lo previsto, pero con la idea de que me irá bien para afrontar Manhattan. El ambiente es para alucinar. Parece la cabalgata de los Reyes Magos, siendo nosotros los protagonistas. Saludamos a los que nos animan, grupos de música que tocan sin parar, voluntarios repartiendo agua, Gatorade … ¡algunos estuvieron 6 horas repartiendo! Las largas calles de Brooklyn van pasando. Voy grabando y viviendo todo al máximo, pensando que realmente eso es algo excepcional. Y entramos en Queens con alguna calle especialmente bonita y con mucha animación. Aquí llegamos al paso de media maratón con buenas sensaciones y ganas de seguir hasta la milla 16, después del puente de Queensboro, donde está Anita animando!
Dicho puente se hace duro, pese a que las vistas hacia el downtown son brutales. Aquí me doy cuenta que voy a entrar a correr por Manhattan! (será la segunda vez después de estrenarme el viernes pasado y disfrutando como nunca).
En la milla 16 me espera Anita!! La ilusión que tienes cuando te animan es brutal y más si es Anita la que me espera. A ella le debo todo esta experiencia. Sin ella no lo conseguimos. El abrazo es inmenso y me de fuerzas para seguir por la 1st. Ave. hacia el norte. En estos momentos recibimos viento helado de cara y la cosa se pone difícil. Toda la 1st. Ave. no es un momento bueno, pero es cuando empieza a funcionar lo que debe funcionar siempre: la cabez. En el 32km. ya entrando en el Bronx empiezo a imaginarme la meta como recurso para avanzar a la máxima velocidad, que en ese momento ya era poca o más bien racheada como el viento y el frío. Parece mentira pero ni 32 km. hacen que el frío de Staten Island desaparezca por completo.
En el Bronx, me hace muy ilusión y perplejidad ver una pancarta que reza “Gracias por visitar el Bronx” ¿Gracias a nosotros? ¡No! ¡Gracias a ti por estar aquí animando!
El paso por Harlem también es durillo hasta que encaramos al 5th. Ave. ¿Estoy corriendo por el centro de la quinta? ¡Pero esto que es! Sí, es un privilegio que intento disfrutar entre el frío y las molestias de estómago.
Justo en este momento una niña me acerca una cookie que al rato pienso que es caviar de lo bien que me sienta. Al cabo de un rato entramos en Central Park dejando el museo Guggenheim a mano izquierda. Mi edificio favorito. Siempre que lo he visto cerca, he estado un buen rato simplemente mirándolo. Pero esta vez tenía un poco de prisa. No paro, pero me da tiempo de hacer una foto.
Una vez en Central Park la suerte ya está echada y cada vez el bullicio es mayor. Las continuas pancartas, gritos y ánimos te hacen literalmente olvidarte de todo y te transportan hasta la meta.
Por delante del Hotel Plaza y hasta Columbus ya te crees, no un Rey Mago, sino el rey del mundo. Lo estás haciendo, estás llegando, vas a ser finisher.
En pocos minutos entramos de nuevo a Central Park donde también me espera Anita en la grada VIP. La emoción es tan grande que no paro de llorar hasta la llegada. Unos segundos antes de entrar a la meta pienso en ella, en mis hijos Nico y Pablo, en la familia, en los amigos. Un sueño hecho realidad. Llego. ¡Somos finishers de la TCSNYC Marathon de 2014!. ¡Lo hemos conseguido Anita! La marca carece de importancia. Acabo en 4:04:43 (el 15.916 de 50.564 finishers). Mi quinta maratón.
10 días después: me emociono al escribirlo.
Pero esto no acaba aquí, avanzo en la línea de meta entre decenas de runners. Nos ponen la deseada medalla, nos hacen fotos, nos felicitan, nos dan una manta térmica que obviamente guardaré y avanzamos para recoger la ropa. En este trayecto no soy ni capaz de abrir la isotónica y tengo que pedirlo a un voluntario, que a juzgar por su cara lo hago feliz. En este momento (y, ojo, también en otros instantes del la carrera) me acuerdo de mi entrenador personal Víctor Saavedra. Llevo con él casi 4 años entrendando cada semana y a él le debo toda la preparación y que pueda acabar estos retos en buen estado y sin lesiones. Víctor: la quarta al sac!. Gràcies crack!
El frío sigue apretando y el cansancio también, pero lo que quiero es ver a Anita, llorar más y abrazarnos, porque lo hemos conseguido.
10 días después: otro “like” a la foto en Facebook.
Por fin llego al camión de UPS con mi ropa. Me cambio y con mi medalla voy directo al Isabella’s, nuestro restaurante preferido, donde había quedado con Anita. ¡Allí está la causante y responsable de toda esta alegría y felicidad! Nos abrazamos y explicamos las sensaciones mientras con cierta dificultad vamos hacia el metro.
El primer reto post Marathon es bajar escaleras. Por suerte me encuentro bastante entero y bajo dignamente. En este vídeo de esas mismas horas veréis que no todo el mundo corrió la misma suerte como se ve en este vídeo del The New York Times.
Casi a las 4 de la tarde llegamos al hotel. La ciudad es un río de gente desencajada, con mantas térmicas, pero más felices que nunca. Todos con nuestra medalla.
Ya en el hotel es la hora de descansar, aprovechar la wifi y ver el aluvión de ánimos y felicitaciones recibidas en las redes sociales. Es otro momento muy intenso que hace que me vuelva a emocionar. No sabéis cómo se agradecen y se notan los ánimos y felicitaciones antes, durante y después de la carrera. Se notan mucho. Amigos y amigas, ¡sois muy grandes!
Consigo estirar un poco y descansar. No duermo, no puedo.
Por la noche celebramos el éxito en el NOBU, un restaurante japonés en la calle 56 entre la sexta y la quinta. El placer de comer y beber bien junto a Anita, después de una carrera tan larga, no tiene precio. Disfrutamos mucho. Nos lo merecemos.
… y al día siguiente, muy recuperado: good morning NYC. ¡Somos finishers y vamos a visitar la ciudad con la medalla al cuello!
10 días después: empiezo a pensar en nuevos retos. ¿Completar las 6 majors?